jueves, 25 de agosto de 2011

Búsqueda

   Salió sin rumbo, en busca de algo que reconocería al verlo, era un misterio, su misterio. Los oráculos no decían nada, porque lo que tenían que decir ya lo habían contado, la luna no decía nada, un par de castañas rotas en medio del bosque y el recuerdo de esos misteriosos arlequines que jugaban en la penumbra de su memoria cuando fue a visitar al último brujo de la ciudad esa noche en el bosque de castaños donde este alquimista de los sueños  tenía su choza.
  Una gruesa armadura de piel de tiburón, que se ceñía a su cuerpo y las heridas que decoraban sus manos, eran el recuerdo de la guerra, siguió su camino. Su caballo había muerto hace días por el cansancio, era extraño pero lo recordaba con cierta nostalgia en las batallas innumerables, se había vuelto como su hermano.
  Esa noche otra vez los arlequines se asomaban y le cantaban dulces baladas de la casa abandonada en aquel lejano pueblo donde su montura lo había puesto a salvo, donde su búsqueda  comenzó.
  Siguió su rumbo hasta donde la vieja armadura ya no le servía y la cambio por un ligero manto había pasado por infinidad de pueblos, montañas, bosques, mares acompañado y a la distancia  la canción de los arlequines  y el espíritu de su viejo amigo su caballo.
  Una ráfaga de viento rompió la noche aquella en la que la música se  convirtió en una suerte de mantra  y los arlequines en una visión de ángeles de la guarda, llegó a las puertas de una gran ciudad empotrada en las montañas, él y sus quiméricos amigos miraban silenciosos y asombrados, se había olvidado del idioma, se había olvidado de sí mismo.  Había encontrado lo que buscaba. Cayó de bruces y en la arena que decoraba la puerta de la ciudad escribía en su antiguo idioma entendido por todos:
Para conocer la paz he aprendido a vivir en guerra
Para tener forma he aprendido a renunciar a mi forma
Para encontrar lo que buscaba he tenido que morir
Para encontrarlo tuve que viajar entre lo que menos quería ver
Ya lo he encontrado, en esta ciudad cuyo misterioso nombre será mi epitafio…
  En ese momento los arlequines tocaron una nueva música y el jinete partió sobre su caballo con una armadura de piel de tiburón.